( A Josefina LLamazares y Mª Ángeles Carrasco)
Y por fin, el silencio.
La oscuridad azul de la noche
amedrenta a las felinas sombras
diluyéndolas en los tejados;
pasa consulta al insomnio
de las lechuzas;
es la túnica que cobija
la urgente intimidad
de los enamorados.
Y por fin, la noche.
El silencio trepando incansable
hasta los aledaños de la luna,
desbrozando el enmarañado camino
que conduce a la caverna del sueño;
poniendo en orden los inevitables
desajustes del vencido día.
S.H.
19 enero 2009