miércoles, octubre 05, 2005

TAN LEJOS... TAN CERCA

(Salvador Dalí)
Lejos,
no en otra ciudad,
no en otro país,
sino por encima del relieve terrenal,
acaso disuelta en la atmósfera,
o en el límite mismo de la ingravidez,
o en el balcón abierto
al azul cobalto, etéreo y desconocido.

... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

Cerca,
no en un parque,
ni en la plaza que domino
desde mi altura de ave que vuela,
sino donde la respiración
es un lento fluir de lava,
y la sangre
un desaforado discurrir por las arterias
hacia un habitáculo íntimo y secreto.

S.H.

domingo, septiembre 25, 2005

EL MUNDO ESTÁ EN GUERRA


(S. Hidalgo)


Las noticias son cada día más desalentadoras.
Envuelve las cabeceras de los noticiarios
una densa atmósfera de sangre.
Hay cientos de muertos, debidamente repartidos,
por todas las cadenas televisivas;
muertos fotografiados, a todo color,
en las primeras páginas de los periódicos
- una de esas noticias
que ya casi nadie mira -;
muertos que ya no conmueven,
muertos que entorpecen los titulares
que hablan de los galácticos,
muertos que todas las mañanas
ocupan sus catafalcos en los quioscos
ordenados en paquetes regulares.

El mundo está en guerra.

El mundo, de momento,
guarda un incomprensible equilibrio
sobre una plataforma de calaveras,
sobre un recipiente lleno de odio:
sustancia notablemente más densa que el agua.

El mundo, presumo, tiende a hartarse.
Es un viejo al que, repetidamente,
le estamos tocando las narices,
un viejo en quien la paciencia
ya no es más que un residuo.

Para un viejo
pesan mucho tantas toneladas de muertos,
como le inquietan tantos estómagos vacíos
removiendo las escaras que, a este viejo,
le comienzan a salir por algunos continentes.

¡ Le duelen tanto los niños a este viejo !,
esos tallos tiernos que con el viento lloran,
que se resquebrajan cuando los pisan,
que enferman y mueren
sin haber comido nunca un helado de chocolate.

S.H., septiembre, 2005

martes, julio 26, 2005

¿HA DESAPARECIDO LA NIEBLA?


Me detuve en tus ojos, tupida red viva,
cavidades, islas, refugios, pausas ideales,
destino último de mi amor deshabitado.



(S. Hidalgo)
I
Te he buscado.
Hoy te he buscado detrás de la densa cortina de una mañana de niebla,
por las irregulares aceras de baldosas cuadriculadas
tan llenas de humedad.
Hoy te he buscado junto a los pasos de cebra,
en las interminables avenidas, en los abandonados jardines.
Te he buscado más allá de donde mi vista
define la exactitud de un cabello oscuro;
y te he esperado junto a una cabina de teléfono,
repitiendo insistentemente un número que me quema entre las manos,
un papel que lucha por salir del fondo del bolsillo de mi abrigo.
Hoy te he buscado entre mis recuerdos.
Y en ese desván ¡es tan fácil encontrarte!.

II
Un termómetro electrónico, rojo,
vocea con el incansable ritmo de una máquina que la mañana es fría,
que tres míseros grados de calor, o de frío,
me van a invadir el espacio tan estrecho que existe
entre mi abrigo y mi garganta.
Un reloj, también electrónico, se esconde tras el termómetro.
El reloj no grita, el tiempo discurre sin necesidad de que lo midan.
El tiempo sólo permite su medida si tu tardanza es definitiva.
Entonces, ya es demasiado tarde para la esperanza.
Y si ya es definitivamente tarde,
mis pasos me conducen hacia el templo pagano de un bar
donde mitigar la melancolía en un humeante café.
Y busco en las páginas centrales del periódico,
en la sección de anuncios por palabras,
una línea que me asegure que no te he perdido para siempre.
Pero, tú ¿dónde estás?,
¿puede una mañana de niebla confundirte?

III
No sé si ha pasado el tiempo.
No sé si ha desaparecido la niebla.
No sé cuántos cafés se han enfriado entre mis manos
esperando que abrieras esa puerta que tengo frente a mí.
No sé por qué, siendo invierno,
se aferran con tanto ahínco las hojas de los plátanos a sus ramas.
Este libro que ya he leído tantas veces,
tiene tantas marcas en sus páginas,
tiene tan desgastadas las cubiertas,
tiene tantas lágrimas en la cesura de sus versos...
No sé si ha desaparecido la niebla.
Aún no se han caído todas las hojas que el viento,
con violentas agujas de frío, maltrata.
Por qué me pregunta una y otra vez mi reloj
qué contratiempo te ha retenido.
¡ Cuánto frío da la tristeza !

S.H. ,1998

jueves, julio 14, 2005

11 M, in memoriam


Ha pasado ya un año del zarpazo cruel, golpe ejecutado por la mano dirigida por la férrea locura de la mano enferma.

Ha pasado ya un año desde que se vino abajo, como un inevitable derrumbe, el futuro y la vida de dos millares de inocentes. El negro túnel, el oscuro pasillo instalado en el interior de los trenes, no tuvo puertas ni ventanas a la vida.

Hace ya un año, en aquella mañana, en aquel amanecer maldito, hay quienes aún tuvieron tiempo de dar un último beso a la madre atenta, a la esposa que ofrecía la calidez del sueño en los labios, al hijo todavía dormido...

Hace ya un año que un inimaginable socavón de sangre se abrió bajo nuestros pies, una herida que no cierra, una úlcera que supura en lo más profundo de nuestras conciencias.

Desde hace un año somos cientos, miles, millones de sobrevivientes quienes nos preguntamos por qué persistimos en hacernos daño, en hacer de este mundo un mundo invivible.

Desde que el hombre se hizo hombre sobre este planeta apareció el odio, el ansia de poder, la tortura, las invasiones, los imperios, la ambición desmedida, la crueldad, las manos asesinas, los ejércitos asesinos, la muerte en nombre de Dios, la muerte en nombre del hombre, la muerte caprichosa, el exterminio, el holocausto, las persecuciones, la pena capital, las violaciones, las humillaciones, la xenofobia, la guerra preventiva, el racismo, el terrorismo...

... Y, en el laboratorio de pruebas de la historia, siempre han tenido disponible el pecho del inocente, del pobre, del desasistido, del débil, de la mujer, de los desempleados, de los niños, de los perseguidos, de los ancianos, de los marginados, de los desplazados, de los homosexuales, de los esclavos, de los incapacitados, de los enfermos, de los que piensan diferente, de los sometidos, de los oprimidos, de los olvidados, de los trabajadores...

Acabarán con algunos de nosotros, o dañarán nuestros cuerpos, pero nada podrán contra la esperanza. La esperanza no tiene cuerpo que asesinar, no es un blanco fácil, ni siquiera su respiración ni su pálpito la hacen detectable. La esperanza es nuestra, de los sobrevivientes, es la acreditación que distingue a quienes defendemos la paz y la concordia...

La esperanza es el arma que siempre emplearemos en legítima defensa.


S.H. 11 de marzo de 2005

AÚN QUEDA SOL


Aún queda sol
amarilleando la desalineación de robles,
derribando las sombras de las piedras
hasta dejar manchado el camino.

Aún queda sol
lanceando el vaivén de los chopos,
perdiendo la tarde su sangre
por cien heridas abiertas en la sierra.

Atraviesan el camino
un ferrocarril de hormigas
arrastrando las agujas de los pinos;
en este paisaje de minas
entiban los hormigueros las hormigas.

Enrojece el cielo
y arde el matorral en fuego falso
que no quema ni hace llama,
que se extingue
con el parto espontáneo de la primera estrella.

S.H.

sábado, julio 09, 2005

LA ILUSIÓN DE UN NIÑO

No existe una calle tan ancha
que permita el paso,
al través,
de la ilusión de un niño.

Habría que desmontar la rígida
armadura de las casas
y de los árboles,
y construir una calle de mentira
sobre el ocre del campo.

S.H., Diciembre 1997

FUSIÓN

Quiero hacer de tu cuerpo y mi cuerpo
una sola nube,
dejar de soñar,
embeberme hasta la muerte
con la inyección letal de tu mirada.

S.H.