jueves, julio 14, 2005

11 M, in memoriam


Ha pasado ya un año del zarpazo cruel, golpe ejecutado por la mano dirigida por la férrea locura de la mano enferma.

Ha pasado ya un año desde que se vino abajo, como un inevitable derrumbe, el futuro y la vida de dos millares de inocentes. El negro túnel, el oscuro pasillo instalado en el interior de los trenes, no tuvo puertas ni ventanas a la vida.

Hace ya un año, en aquella mañana, en aquel amanecer maldito, hay quienes aún tuvieron tiempo de dar un último beso a la madre atenta, a la esposa que ofrecía la calidez del sueño en los labios, al hijo todavía dormido...

Hace ya un año que un inimaginable socavón de sangre se abrió bajo nuestros pies, una herida que no cierra, una úlcera que supura en lo más profundo de nuestras conciencias.

Desde hace un año somos cientos, miles, millones de sobrevivientes quienes nos preguntamos por qué persistimos en hacernos daño, en hacer de este mundo un mundo invivible.

Desde que el hombre se hizo hombre sobre este planeta apareció el odio, el ansia de poder, la tortura, las invasiones, los imperios, la ambición desmedida, la crueldad, las manos asesinas, los ejércitos asesinos, la muerte en nombre de Dios, la muerte en nombre del hombre, la muerte caprichosa, el exterminio, el holocausto, las persecuciones, la pena capital, las violaciones, las humillaciones, la xenofobia, la guerra preventiva, el racismo, el terrorismo...

... Y, en el laboratorio de pruebas de la historia, siempre han tenido disponible el pecho del inocente, del pobre, del desasistido, del débil, de la mujer, de los desempleados, de los niños, de los perseguidos, de los ancianos, de los marginados, de los desplazados, de los homosexuales, de los esclavos, de los incapacitados, de los enfermos, de los que piensan diferente, de los sometidos, de los oprimidos, de los olvidados, de los trabajadores...

Acabarán con algunos de nosotros, o dañarán nuestros cuerpos, pero nada podrán contra la esperanza. La esperanza no tiene cuerpo que asesinar, no es un blanco fácil, ni siquiera su respiración ni su pálpito la hacen detectable. La esperanza es nuestra, de los sobrevivientes, es la acreditación que distingue a quienes defendemos la paz y la concordia...

La esperanza es el arma que siempre emplearemos en legítima defensa.


S.H. 11 de marzo de 2005

AÚN QUEDA SOL


Aún queda sol
amarilleando la desalineación de robles,
derribando las sombras de las piedras
hasta dejar manchado el camino.

Aún queda sol
lanceando el vaivén de los chopos,
perdiendo la tarde su sangre
por cien heridas abiertas en la sierra.

Atraviesan el camino
un ferrocarril de hormigas
arrastrando las agujas de los pinos;
en este paisaje de minas
entiban los hormigueros las hormigas.

Enrojece el cielo
y arde el matorral en fuego falso
que no quema ni hace llama,
que se extingue
con el parto espontáneo de la primera estrella.

S.H.