(Gauguin)
Sales al camino que lleva hacia el río.Andas.
Primero con paso lento,
cuidando de no pisar
la senda diminuta que transitan las hormigas;
cuidando de no asustar
a la bandada de pájaros
que comen los granos caídos
tras la siega;
cuidando de no quebrar
los tallos de las esparragueras...
Después, agilizando el paso,
huyes de tu propia sombra,
como quien necesita alejarse
de la pesada carga de la soledad;
y, al detenerte, compruebas
que ella siempre está ahí,
frente a frente,
la mirada clavada en tus ojos,
como el perro que nos sigue
a la mínima distancia
que su temor le permite,
que espera un gesto amigable
para echarse a nuestro lado.
Varios cientos de metros más adelante,
equidistante ya de la torre de la iglesia
y del puente que sobre el río duerme,
lanzas un profundo suspiro hacia el cielo
y, al instante,
ves apartarse el manojo de nubes
que están en su trayectoria,
y arremolinarse luego,
como tantas veces has visto
en los mapas del tiempo;
y, algunos minutos más tarde,
el cielo se vuelve más azul y luminoso,
como si hubieran descorrido
las cortinas de un escenario.
Al bajar los ojos a la tierra
ya lo tienes delante:
los árboles, los montes,
el murmullo del río,
los campos cultivados,
el paisaje que, a menudo,
sueñas en sepia debido a la lejanía
y a los años de ausencia,
causantes, ambos, de la alteración de los colores.
S.H., Agosto 2006
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